martes, 30 de octubre de 2018

Preguntas teóricas Bloque 4

14.- El cambio  dinástico y la Guerra de Sucesión: causas, bandos y Paz de  Utrecht

En 1700, Carlos II de  Habsburgo murió sin descendencia dejando como heredero de la Corona de España a  Felipe de Borbón, nieto de Luis  XIV de Francia y emparentado por línea materna con la dinastía de los  Habsburgo, produciéndose así el cambio  dinástico que no fue aceptado por todos los países europeos y originó un conflicto bélico.
El nuevo rey  Felipe V fue aceptado y reconocido como rey en España, pero los  Habsburgo de Austria no aceptaron que la Corona de España pasara a los Borbones y defendían su propio candidato, el  archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I. Además, la posibilidad de la unión de las Coronas de Francia y España y el papel prepotente y de control que desempeñaba Luis  XIV atemorizó los reinos europeos.
La guerra de Sucesión a la Corona de España tuvo lugar entre 1702 y 1715. En 1701, se formó una alianza  antiborbónica entre Austria, Inglaterra y Holanda, a la que luego se unieron  Prusia, Portugal,  Saboya y la mayoría de los príncipes alemanes e italianos. Unos trataban de evitar la hegemonía  borbónica y defender al candidato austríaco. Otros buscaban la división de las posesiones españolas y obtener ventajas en su comercio colonial.
Además, dentro de España también existía división con respecto al nuevo rey. Mientras que Castilla se decantó por apoyar al nuevo rey, los territorios de la Corona de Aragón se posicionaron a favor de Carlos de Austria, debido a la desconfianza frente a Francia por la la crisis de 1640 y el temor a las tendencias centralizadoras y  uniformistas de los Borbones. Fue así que la Guerra de Sucesión tuvo una doble dimensión, pues fue un conflicto europeo pero también civil.
El enfrentamiento se extendió por toda Europa, con victorias y derrotas para los dos bandos, pero el inicio de las conversaciones para lograr la paz fue marcado por el cambio de posición de las potencias europeas aliadas cuando, por la muerte del emperador en 1711, el  arquiduque Carlos se convertía en el heredero del Imperio austríaco. El peligro de una hegemonía de Austria si Carlos ceñía, además, la Corona española, era tan peligroso como la unión entre Francia y España.
El conflicto se cerró con los Tratados de  Utrecht (1713) y de  Rastadt (1714) en los que, con el objetivo de mantener el equilibrio europeo, se estableció el reconocimiento de  Felipe V de Borbón como rey de España, a cambio de la renuncia a sus derechos sobre la Corona de Francia y la entrega de los Países Bajos españoles,  Nápoles, Milán y Cerdeña al emperador de Austria,  Sicilia al rey de  Piamonte, la colonia de  Sacramento a Portugal, y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña, que además obtenía importantes concesiones comerciales (un navío de permiso para  comerciar con la América hispánica y el asiento de negros). A pesar de firmarse la paz internacional, la guerra continuó en España; las tropas de  Felipe V conquistaron Barcelona el 11 de septiembre de 1714 y Mallorca e Ibiza en 1715. Felipe V, con la extensión de los Decretos de Nueva Planta, instauraba el absolutismo en España.

15.- Los Decretos de Nueva Planta y sus efectos


En 1700 el rey  Felipe V de Borbón recibió la corona de España. En aquellos momentos estaba formada por un conglomerado de reinos, cada uno de los cuales tenía leyes, fueros y instituciones diferentes. En la península el poder del rey era fuerte en la Corona de Castilla, pero estaba sujeto a fuertes limitaciones en la Corona de Aragón.
Los Decretos de Nueva Planta forman parte del programa de reformas políticas y administrativas, inspiradas en el modelo político francés, que el rey  Felipe V introdujo desde el inicio de su reinado con el objetivo de establecer un mayor grado de centralización del poder político y la unificación legislativa e institucional en el reino de España. Se trata de un conjunto de decretos firmados por el monarca durante la Guerra de Sucesión mediante los que quedaban abolidos los privilegios forales de los reinos de la Corona de Aragón, considerados como rebeldes por tomar partido por Carlos de Austria en la Guerra.  Felipe V, a medida que iba recuperando territorios, abolió los privilegios de Aragón y Valencia (1707), Mallorca (1715), y Cataluña (1716), imponiendo las leyes de Castilla.

Por la aplicación de los Decretos, los reinos de la Corona de Aragón perdieron su autonomía política e institucional, siendo sometidos a los modelos castellanos. Sus instituciones particulares (Cortes, Diputaciones, Consejos, Generalitat) fueron suprimidas, los virreyes fueron sustituidos por capitanes generales, rebajando así sus atribuciones, los ayuntamientos fueron sometidos a la autoridad de los  corregidores y se introdujeron los intendentes. Sus tribunales judiciales fueron modificados mediante la creación de Audiencias en Zaragoza, Valencia, Mallorca y Barcelona a imitación de las de Castilla; y el derecho público de aplicación pasó a ser el de Castilla (aunque permaneció el civil catalán). Además, el castellano sustituyó al catalán como lengua en la Administración. Al perder sus Cortes e instituciones perdieron también la capacidad que tenían de limitar las exigencias del rey para cobrar nuevos tributos, introduciéndose nuevos impuestos como el catastro; asimismo se les impusieron las quintas para el reclutamiento de soldados, servicio del que estaban exentos. Finalmente, se suprimieron las aduanas entre los reinos, lo que tuvo un efecto positivo para la economía.

Estas reformas  absolutistas y centralistas supusieron una profunda alteración de la constitución tradicional de la monarquía española: el antiguo agregado de coronas y reinos que mantenían sus propias instituciones y leyes dio paso a un estado centralista, aunque subsistieron numerosos  particularismos políticos y jurisdiccionales: Navarra y las provincias vascas mantuvieron sus privilegios forales y sus regímenes especiales (provincias exentas), en gran parte por el apoyo prestado a la causa  borbónica durante la Guerra de Sucesión.


16.- El reformismo  borbónico en Galicia: matrícula de mar, arsenal de Ferrol, apertura
del comercio colonial.



Felipe V y sus sucesores desarrollaron un gran intervencionismo con el objetivo de modernizar política y económicamente su reino: es el conocido como reformismo  borbónico. A nivel militar, dos medidas sobre la marina tuvieron hondas repercusiones en Galicia: la matrícula de mar y la elección de Ferrol como departamento marítimo.

La matrícula del mar. Fue un sistema de reclutamiento obligatorio de tripulaciones para los buques de la Armada. El sistema registraba a todas las personas trabajadoras del mar indicando la clase a la que pertenecías (marinero, artillero,  grumete…) para conocer sus habilidades. Los matriculados quedaban libres de quintas y de impuestos municipales, pero podían ser llamados al servicio de la Armada hasta cumplir 60 años. A pesar de las exenciones previstas, fue impopular por su carácter forzoso, habiendo fraudes y deserciones. La extensión del litoral de Galicia y el elevado número de personas relacionadas con los trabajos del mar hizo que en la segunda mitad del siglo  XVIII la región registrara la cuarta parte de la matrícula humana de las flotas españolas.

El arsenal de Ferrol. En 1714  Felipe V de Borbón creó la Real Armada unificando las numerosas armadas de la época de los  Austrias y sus mandos y en 1726 estableció la división de las costas españolas en tres departamentos marítimos (Ferrol, Cádiz y Cartagena). En cada una de esas ciudades se estableció un arsenal, siguiendo el modelo francés de instalaciones combinadas de astilleros y almacenes de armas. Gracias a Ferrol, Galicia, con una economía fundamentalmente agraria, contó con su primer núcleo industrial. Ferrol creció con nuevos barrios como el de la Magdalena, ocupado principalmente por los oficiales de la Armada; en su diseño se siguieron trazados urbanísticos a base de cuadrículas (plano hipodámico), muy del gusto de los arquitectos ilustrados.

La apertura del comercio colonial. La eliminación del monopolio del comercio colonial ejercido por Sevilla- Cádiz favoreció a Galicia, especialmente a Coruña. En 1764, el gobierno de Carlos III estableció en esa ciudad el Servicio de Correos Marítimos, una compañía estatal de buques encargada de llevar la correspondencia al puerto de la Habana y (desde 1767) a Buenos Aires, y que también podía transportar personas y mercancías, excepto en los períodos bélicos en los que se transformaban en navíos de guerra. En 1765 el puerto de A Coruña fue autorizado para  comerciar directamente con América. Ambas concesiones contribuyeron a favorecer el crecimiento comercial y la renovación urbanística y portuaria de la ciudad (destacando la restauración de la Torre de Hércules en 1791). Posteriormente, la apertura se amplió a naves privadas y a los puertos de Vigo y Ferrol, consolidando el comercio naval a larga distancia en Galicia.



17.- Las ideas fundamentales del pensamiento
ilustrado



La Ilustración fue el movimiento intelectual más característico de la Europa del siglo  XVIII. Partiendo de la crítica al pensamiento tradicional y la sociedad de su tiempo, la Ilustración defendió el conocimiento basado en la razón y de este modo promovió tanto el desarrollo económico como las reformas sociales y políticas que llevarían al progreso y el bienestar.
Los pensadores ilustrados insistían en que la búsqueda de la felicidad debe ser la base de un nuevo ideal humano. Así pues, se debía lograr una organización social racional donde se respetara la libertad individual y la igualdad de derechos y obligaciones de cada persona. Por todo esto cuestionaban los fundamentos de la sociedad  estamental, basada en la desigualdad y en los privilegios.

Tanto en España como en Galicia, las nuevas ideas de la Ilustración tuvieron un desarrollo tardío. En su concreción se pueden distinguir dos etapas. La primera, durante los reinados de  Felipe V (1700-46) y de Fernando VI (1746-59), denominada de  protoilustración, estuvo encabezada por los llamados  proyectistas (por elaborar proyectos para el gobierno) y los revolucionarios o  novatores (por querer innovar en el pensamiento y en la ciencia) entre los que destacaron Feixoo y Mayáns. 

La segunda, plenamente ilustrada y de apogeo, se desarrolló durante el reinado de Carlos III (1759-88) y en ella que destacaron los ilustrados  Campomanes,  Floridablanca,  Olavide, Aranda…; en Galicia destaca Xosé Cornide. Estas ideas ilustradas fueron aceptadas y promovidas por una minoría culta con gran influencia política. En líneas generales, su pensamiento y sus propuestas se caracterizaron por la moderación reformista, sin cuestionar el orden socio-político establecido; solo unos pocos fueron evolucionando hacia posiciones más radicales y preliberales.

En síntesis su pensamiento se caracterizó por:
-La crítica a la realidad vigente, a la ignorancia y a la falta de cultura, al retraso técnico y económico, a los prejuicios sociales y a los abusos de los poderosos.
-El fomento de la educación y de la renovación científica (las ciencias útiles) para superar el retraso existente y modernizar España. Estos ideales se concretarían en la fundación de escuelas técnicas (como la Escuela de Náutica y la de Comercio en A Coruña) y en la creación de las Academias (de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes…).
-El predominio de las preocupaciones económicas, intentando fomentar y mejorar todos los sectores productivos (en especial el artesanal y comercial) con el objetivo de incrementar la riqueza del reino y el bienestar y la felicidad de la población. Con este propósito crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País. También la prensa (cómo El Censor y El Pensador) contribuyó a la divulgación de estas ideas y proyectos.
-El recurso al poder del rey para alcanzar las reformas pretendidas y alejar tanto los obstáculos existentes como la oposición de los sectores  tradicionalistas, mayoritarios en la Iglesia y en la sociedad. Por eso defendieron una nueva concepción del poder conocida como despotismo ilustrado: los monarcas debían ejercer un poder absoluto, pero este debía emplearse, impulsando y encabezando las reformas el propio rey, en lograr aumentar la riqueza y el bienestar (resumido en el lema: todo para el pueblo pero sin el pueblo). Este apoyo al poder real hizo que muchos ilustrados formaran parte de los gobiernos, en especial durante el reinado de Carlos III. El movimiento fue cuestionado por el temor derivado de la Revolución Francesa (1789) pero de las ideas de la Ilustración nacerá el foco de pensamiento liberal que será protagonista a partir de 1808.

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