martes, 30 de octubre de 2018

Preguntas teóricas Bloque 3

9.- La nueva monarquía de los Reyes Católicos (unión  dinástica, reorganización político-administrativa)

Unión  dinástica. 

El matrimonio formado por Isabel, reina de la Corona Castilla, y Fernando, rey de la Corona de Aragón, es conocido como el de los Reyes Católicos debido al título honorífico concedido por el Papa en 1496 tras la conquista de Granada. Se trata de una unión  dinástica o monarquía compuesta, no de una unificación política de sus reinos: aunque comparten un mismo rey, cada reino mantiene su legislación y las instituciones propias, manteniéndose también las fronteras y las aduanas entre ellas. Para gobernar sus reinos acordaron repartirse competencias y administrar conjuntamente los territorios (corregentes, con el lema: tanto monta el rey como la reina), así como establecer un único escudo (las flechas de Isabel y el yugo de Fernando). Pese a no ser oficial, en la Corte real y en el exterior se fue imponiendo paulatinamente el título de reyes de España.

Reorganización político-administrativa.

Isabel y Fernando encarnan las transformaciones de las monarquías autoritarias: frente a debilidad del monarca en el feudalismo, procuraron reforzar el poder real frente a nobleza. Para ello, introdujeron modificaciones políticas y administrativas entre las que destacan:
-Reforzamiento de los Consejos: el Consejo Real de Castilla se convirtió en el principal órgano asesor y de gobierno de los reyes. Estaba formado por nobles y letrados organizados en comités específicos (política exterior, justicia, hacienda...)
-Extensión de los virreyes en aquellos territorios que, como la Corona de Aragón y Navarra, tenían organismos y leyes específicas. Para Galicia crearon el cargo de Gobernador con poder similares a los del virrey.
-Reforma de la justicia: creación de nuevas  Chancillerías (Valladolid y Granada) y Audiencias (Galicia y Sevilla), tribunales permanentes que ejercían su jurisdicción sobre un territorio delimitado.
-Imposición de los corregidores en las ciudades, reduciendo el poder de los regidores de las mismas.
 
-Incremento de la burocracia y formación de un ejército permanente basado en los tercios., así como de la Santa Hermandad para el mantenimiento del orden interior.
 
-Las Cortes (diferenciadas para Castilla, Aragón, Cataluña, Valencia y Navarra) mantuvieron sus funciones básicas (aprobación de leyes a propuesta de los reyes y recaudación de impuestos). Las cortes castellanas fueron paulatinamente perdiendo importancia frente al poder real, manteniendo el resto cierta autonomía.

Junto con la figura del monarca, la única institución común a los reinos fue la Inquisición, tribunal encargado de mantener la ortodoxia religiosa católica. Por medio de ella se buscaba la cohesión de la población y fue acompañado de la represión a las otras confesiones, como muestran las expulsiones de los judíos en 1492 o las conversiones forzosas de  moriscos. 

10.- La configuración del imperio español en el siglo XVI (la herencia de Carlos I, los cambios en tiempos de Felipe II: rebelión de Flandes, incorporación de Portugal, guerra contra Inglaterra)


Carlos I fue el primer rey de la dinastía de los Austria y gracias a la política matrimonial de sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, y a una serie de fallecimientos de sus predecesores en la sucesión, concentró una importante herencia de tronos: de su familia paterna hereda Austria, los Países Bajos, Luxemburgo, el Franco Condado y la posibilidad de ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (que hizo efectiva en 1520); de su familia materna recibió la Corona de Aragón (con Cerdeña, Sicilia y Nápoles) y la de Castilla junto con los territorios descubiertos en América. De este modo, la Monarquía Hispánica, a pesar de a ser un conjunto heterogéneo de territorios que compartía un mismo rey (unión dinástica), logró conformar un imperio hegemónico en Europa durante el siglo XVI.

Con Carlos I la corona asumió el principio de la Universitas Christiana , es decir, el mantenimiento de una monarquía católica universal frente a la difusión del protestantismo por Europa y la amenaza de Francia y los turcos. La quiebra de este ideal llevó a la abdicación de Carlos I (1556) cediéndole a su hijo Felipe II sus reinos, excepto el Sacro Imperio, que fue para Fernando, hermano de Carlos. A pesar de no ser emperador, la política exterior de Felipe II se alineó con la de su padre: la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía dinástica en Europa. Ello conllevó numerosos conflictos, el mayor de los cuales fue la rebelión de los Países Bajos por el autoritarismo real y el conflicto religioso. En 1579 el sur de los Países Bajos, el Flandes católico, aceptó la autoridad de Felipe II, frente el norte (Provincias Unidas de Holanda) que continuó una rebelión que se extendería durante 80 años.

En 1580 murió sin descendientes directos el rey de Portugal y  Felipe II reclamó el trono por ser hijo de una princesa portuguesa. Empleando la diplomacia y la amenaza militar, consiguió que en 1581 las Cortes portuguesas lo reconocieran como rey, jurando este mantener sus libertades e instituciones propias. La integración de Portugal significó, además de la unidad peninsular, la incorporación de su enorme imperio con posesiones en África, Asia y América y la consolidación del dominio marítimo mundial.

Uno de los grandes rivales de la monarquía de Felipe II fue Inglaterra. La llegada al trono de Isabel I supuso el inicio de hostilidades entre ambos reinos. La reina inglesa financió a los protestantes europeos en sus acciones contra Felipe II y también desafió el monopolio comercial español sobre América. Para esto patrocinó a corsarios para que acosaran a los buques españoles. La respuesta de Felipe fue el envío de la Gran Armada (1588) para atacar Inglaterra, que fracasó completamente, cerrando la posibilidad de una invasión de las islas británicas.



11.- La crisis socio-económica del siglo XVII (la crisis demográfica, el deterioro de la economía, los problemas de la hacienda real)

Durante el siglo XVII, la sociedad española atraviesa una profunda crisis social y económica que junto con los desafíos políticos internacionales debilitaron a la Monarquía Hispánica

La crisis demográfica. 


Las malas cosechas, las epidemias de peste y las guerras provocaron que la población de los territorios de la Monarquía hispánica sufriera estancamiento o regresión, con frecuentes crisis de mortalidad catastrófica. En España, la población se mantuvo alrededor en unos ocho millones a lo largo de la centuria, siendo la Corona de Castilla la más afectada por la caída de población. La expulsión de los moriscos en 1609 contribuyó al descenso demográfico, sobre todo en la Corona de Aragón.


El deterioro de la economía. 


Además de la crisis agraria asociada a las malas cosechas, todos los sectores artesanales y comerciales se vieron afectados, cayendo la producción interna y provocando la ruina de los centros artesanales de Castilla. Las causas fueron múltiples: el excesivo alza de precios provocada por la llegada del oro y plata americano (revolución de los precios), la falta de competitividad provocada en gran parte por la inflación, la invasión del mercado interno por los productos extranjeros, el incremento de los impuestos y las alteraciones monetarias. El comercio exterior también se resintió. Basado en la exportación de materias primas (en especial la lana) y en la importación de manufacturas, su déficit se pagaba con el oro y la plata procedente de América (mucho menos abundantes que en el siglo XVI). La caída de la producción interna favoreció a los comerciantes extranjeros que coparon los envíos hacia América a través de intermediarios castellanos y se hicieron con las remesas de metales preciosos (a finales del siglo XVII únicamente el 5% de los productos enviados a las colonias americanas procedían de la Península). 


Los problemas de la Hacienda real. 


Para hacer frente al descenso de ingresos (consecuencia de la crisis económica general) y a los ingentes gastos de las múltiples guerras, la Corona recurrió a la desvalorización de la moneda y a acuñar ingentes cantidades de monedas de vellón (aleación de cobre y plata), situación que provocó el aumento de la inflación y agravó las dificultades económicas. Además, la imposibilidad de devolver los préstamos realizados por los banqueros provocó la declaración de numerosas bancarrotas de la Hacienda real. La crisis económica general y el agotamiento de los recursos hicieron que la Monarquía hispánica perdiera, a partir de 1640, su papel hegemónico en Europa, pero no impidieron que se desarrollara el Siglo de Oro de la cultura española. Las medidas deflacionarias adoptadas por los gobiernos de Carlos II permitieron la estabilización del mercado interno y sentaron las bases para la recuperación económica. 



12.- El conde-duque de Olivares como valido y la crisis de la monarquía (los proyectos de reforma, las revueltas de Cataluña y Portugal)


En 1621 comenzó el reinado de  Felipe IV, que nombró como valido a Gaspar de  Guzmán, conde-duque de  Olivares. Ambos trataron de mantener la hegemonía de la Monarquía hispánica en el mundo, amenazada especialmente por Holanda y Francia. 


Desde los inicios de su gobierno, el conde-duque de  Olivares quería modificar la estructura política de la Monarquía hispánica eliminando los privilegios forales de sus reinos e imponiendo en todos ellos las leyes de Castilla, las más favorables para el poder real (Gran Memorial, 1624). El proyecto de la Unión de Armas proclamado en 1626 establecía un reparto de los gastos de las guerras entre todos los reinos (hasta entonces solo recaían sobre Castilla) y la creación de un ejército permanente de 140.000 hombres, repartidos entre los distintos reinos de acuerdo con su población y riqueza. Junto con las tendencias centralistas y el autoritarismo de  Olivares, las guerras en Europa y el agotamiento económico provocaron un descontento creciente que estalló en 1640. En ese año se iniciaron una serie de sublevaciones que generaron una grave crisis política: en Aragón, Andalucía,  Nápoles y  Sicilia hubo levantamientos, pero fueron los de Cataluña y Portugal los más críticos y duraderos.

En 1639 entraron en Cataluña las tropas reales para combatir a las tropas francesas que habían invadido el  Rosellón. El alojamiento de las tropas castellanas ocasionó  tumultos que culminaron con la sublevación de los  segadores y la muerte del virrey, el conde de santa Coloma, en Barcelona (Corpus de sangre, 7-6-1640). Tumultos similares se produjeron por toda Cataluña.  Olivares envió al ejército para reprimirlos y quiso aprovechar la situación para modificar los privilegios forales. Ante la gravedad de la situación, la Generalitat catalana, liderada por el diputado Palo  Claris, convocó Cortes y asumió el gobierno de Cataluña. Las tropas reales ocuparon varias ciudades pero fracasaron ante Barcelona. En 1641, la Generalitat solicitó ayuda a Francia y proclamó a Luis  XIII conde de Barcelona. El conflicto se alargó, pero el poco respeto de Francia hacia sus privilegios forales y las promesas de  Felipe IV de respetar sus privilegios minaron la resistencia de los catalanes. En 1652 las tropas reales entraron en Barcelona y  Felipe IV ratificó los privilegios forales de Cataluña. 

El descontento portugués era fuerte por la política de castellanización de  Olivares, la obligada participación de soldados portugueses en el conflicto de Cataluña y la falta de defensa de las colonias portuguesas ante los ataques holandeses. Aprovechando la escasez de tropas por la acumulación de conflictos en 1640, una conspiración  nobiliaria consiguió hacerse con el poder y proclamar al duque de  Braganza rey de Portugal. Los varios intentos de  reconquistar Portugal fracasaron y España reconoció definitivamente la independencia en 1668.

La crisis de 1640 supuso el fracaso del reformismo de  Olivares y anunció la pérdida de la hegemonía española en Europa. Además, la autonomía de cada territorio fue reafirmada hasta la llegada de los Borbones.



13.- Economía y sociedad en la Galicia de los  Austrias (la agricultura y sus transformaciones, la importancia de la pesca en la Galicia litoral, la estructura social: sociedad  rentista y peso de la hidalguía)


Durante el reinado de los  Austrias, Galicia mantuvo una posición periférica pero estratégicamente importante por ser un punto vital en la ruta marítima hacia los Países Bajos. Galicia estaba dividida en provincias (siete desde mediados del siglo  XVI: Coruña, Betanzos, Santiago, Mondoñedo, Lugo, Ourense y Tui). Las Juntas del Reino de Galicia actuaban, desde 1528, como representación del Reino. 

Galicia, como toda Europa, continuó siendo una economía agraria y rural durante los siglos  XVI y  XVII. La agricultura del siglo  XVI registró un incremento de la producción a nivel cuantitativo pero dentro de las pautas tradicionales tanto en los tipos de cultivos como en las técnicas. Fue gracias a la introducción de nuevos cultivos (maíz y patata) durante el siglo  XVII que la producción agrícola aumentó. Estos cambios permitieron un fuerte crecimiento de la producción y de la población; esta situación contrastaba con el panorama negativo del siglo  XVII en el resto de Europa.

En la Galicia costera la pesca fue una actividad económica fundamental. La pesca litoral complementaba la dieta alimenticia de las poblaciones costeras y la de altura potenciaba la economía gracias a las campañas de la pesca del bacalao en  Terranova, que permitía su venta en los mercados de Castilla. Importante también fue la salazón de pescado, especialmente de la sardina, en numerosas instalaciones distribuidas a lo largo de toda la costa gallega.

La sociedad gallega de la época era esencialmente rural y las ciudades eran muy pequeñas, destacando Santiago de Compostela, por sus funciones religiosas, A Coruña, sede de las instituciones de gobierno, y Pontevedra, en declive y relacionada con la pesca y salazón de la sardina. Las actividades artesanales y comerciales eran escasas, predominando la  autarquía comarcal. Destacaban la producción doméstica de tejidos de lino.

El fenómeno del foro modificó la estructura social de Galicia. El foro era un contrato de arrendamiento rural de larga duración (la vida de tres reyes, por ejemplo) por lo que el propietario cedía el uso de la tierra a una familia campesina a cambio de una renta.  Muchos miembros de la baja nobleza (hidalgos) optaron por aforar a los monasterios grandes extensiones de tierra y luego subaforarlos por partes a una o varias familias campesinas, consiguiendo grandes beneficios. El aumento de la riqueza agraria durante el siglo  XVII fomentó la construcción en estilo barroco de iglesias y monasterios pero también de pazos de hidalgos, muestra del poder de estas familias. 

La  hidalguía  rentista se convirtió en el grupo social dominante en Galicia ante el absentismo de la alta nobleza (que no vivía en Galicia sino en la Corte y varios de cuyos miembros desempeñaron elevados cargos en la administración (virreyes, embajadores) y se vincularon con las familias  nobiliarias castellanas); los hidalgos mandaban en Galicia por su presencia en todo el territorio, su monopolio de las élites letradas y su control sobre los ayuntamientos urbanos y sobre las Juntas del Reino de Galicia.

Preguntas teóricas Bloque 4

14.- El cambio  dinástico y la Guerra de Sucesión: causas, bandos y Paz de  Utrecht

En 1700, Carlos II de  Habsburgo murió sin descendencia dejando como heredero de la Corona de España a  Felipe de Borbón, nieto de Luis  XIV de Francia y emparentado por línea materna con la dinastía de los  Habsburgo, produciéndose así el cambio  dinástico que no fue aceptado por todos los países europeos y originó un conflicto bélico.
El nuevo rey  Felipe V fue aceptado y reconocido como rey en España, pero los  Habsburgo de Austria no aceptaron que la Corona de España pasara a los Borbones y defendían su propio candidato, el  archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I. Además, la posibilidad de la unión de las Coronas de Francia y España y el papel prepotente y de control que desempeñaba Luis  XIV atemorizó los reinos europeos.
La guerra de Sucesión a la Corona de España tuvo lugar entre 1702 y 1715. En 1701, se formó una alianza  antiborbónica entre Austria, Inglaterra y Holanda, a la que luego se unieron  Prusia, Portugal,  Saboya y la mayoría de los príncipes alemanes e italianos. Unos trataban de evitar la hegemonía  borbónica y defender al candidato austríaco. Otros buscaban la división de las posesiones españolas y obtener ventajas en su comercio colonial.
Además, dentro de España también existía división con respecto al nuevo rey. Mientras que Castilla se decantó por apoyar al nuevo rey, los territorios de la Corona de Aragón se posicionaron a favor de Carlos de Austria, debido a la desconfianza frente a Francia por la la crisis de 1640 y el temor a las tendencias centralizadoras y  uniformistas de los Borbones. Fue así que la Guerra de Sucesión tuvo una doble dimensión, pues fue un conflicto europeo pero también civil.
El enfrentamiento se extendió por toda Europa, con victorias y derrotas para los dos bandos, pero el inicio de las conversaciones para lograr la paz fue marcado por el cambio de posición de las potencias europeas aliadas cuando, por la muerte del emperador en 1711, el  arquiduque Carlos se convertía en el heredero del Imperio austríaco. El peligro de una hegemonía de Austria si Carlos ceñía, además, la Corona española, era tan peligroso como la unión entre Francia y España.
El conflicto se cerró con los Tratados de  Utrecht (1713) y de  Rastadt (1714) en los que, con el objetivo de mantener el equilibrio europeo, se estableció el reconocimiento de  Felipe V de Borbón como rey de España, a cambio de la renuncia a sus derechos sobre la Corona de Francia y la entrega de los Países Bajos españoles,  Nápoles, Milán y Cerdeña al emperador de Austria,  Sicilia al rey de  Piamonte, la colonia de  Sacramento a Portugal, y Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña, que además obtenía importantes concesiones comerciales (un navío de permiso para  comerciar con la América hispánica y el asiento de negros). A pesar de firmarse la paz internacional, la guerra continuó en España; las tropas de  Felipe V conquistaron Barcelona el 11 de septiembre de 1714 y Mallorca e Ibiza en 1715. Felipe V, con la extensión de los Decretos de Nueva Planta, instauraba el absolutismo en España.

15.- Los Decretos de Nueva Planta y sus efectos


En 1700 el rey  Felipe V de Borbón recibió la corona de España. En aquellos momentos estaba formada por un conglomerado de reinos, cada uno de los cuales tenía leyes, fueros y instituciones diferentes. En la península el poder del rey era fuerte en la Corona de Castilla, pero estaba sujeto a fuertes limitaciones en la Corona de Aragón.
Los Decretos de Nueva Planta forman parte del programa de reformas políticas y administrativas, inspiradas en el modelo político francés, que el rey  Felipe V introdujo desde el inicio de su reinado con el objetivo de establecer un mayor grado de centralización del poder político y la unificación legislativa e institucional en el reino de España. Se trata de un conjunto de decretos firmados por el monarca durante la Guerra de Sucesión mediante los que quedaban abolidos los privilegios forales de los reinos de la Corona de Aragón, considerados como rebeldes por tomar partido por Carlos de Austria en la Guerra.  Felipe V, a medida que iba recuperando territorios, abolió los privilegios de Aragón y Valencia (1707), Mallorca (1715), y Cataluña (1716), imponiendo las leyes de Castilla.

Por la aplicación de los Decretos, los reinos de la Corona de Aragón perdieron su autonomía política e institucional, siendo sometidos a los modelos castellanos. Sus instituciones particulares (Cortes, Diputaciones, Consejos, Generalitat) fueron suprimidas, los virreyes fueron sustituidos por capitanes generales, rebajando así sus atribuciones, los ayuntamientos fueron sometidos a la autoridad de los  corregidores y se introdujeron los intendentes. Sus tribunales judiciales fueron modificados mediante la creación de Audiencias en Zaragoza, Valencia, Mallorca y Barcelona a imitación de las de Castilla; y el derecho público de aplicación pasó a ser el de Castilla (aunque permaneció el civil catalán). Además, el castellano sustituyó al catalán como lengua en la Administración. Al perder sus Cortes e instituciones perdieron también la capacidad que tenían de limitar las exigencias del rey para cobrar nuevos tributos, introduciéndose nuevos impuestos como el catastro; asimismo se les impusieron las quintas para el reclutamiento de soldados, servicio del que estaban exentos. Finalmente, se suprimieron las aduanas entre los reinos, lo que tuvo un efecto positivo para la economía.

Estas reformas  absolutistas y centralistas supusieron una profunda alteración de la constitución tradicional de la monarquía española: el antiguo agregado de coronas y reinos que mantenían sus propias instituciones y leyes dio paso a un estado centralista, aunque subsistieron numerosos  particularismos políticos y jurisdiccionales: Navarra y las provincias vascas mantuvieron sus privilegios forales y sus regímenes especiales (provincias exentas), en gran parte por el apoyo prestado a la causa  borbónica durante la Guerra de Sucesión.


16.- El reformismo  borbónico en Galicia: matrícula de mar, arsenal de Ferrol, apertura
del comercio colonial.



Felipe V y sus sucesores desarrollaron un gran intervencionismo con el objetivo de modernizar política y económicamente su reino: es el conocido como reformismo  borbónico. A nivel militar, dos medidas sobre la marina tuvieron hondas repercusiones en Galicia: la matrícula de mar y la elección de Ferrol como departamento marítimo.

La matrícula del mar. Fue un sistema de reclutamiento obligatorio de tripulaciones para los buques de la Armada. El sistema registraba a todas las personas trabajadoras del mar indicando la clase a la que pertenecías (marinero, artillero,  grumete…) para conocer sus habilidades. Los matriculados quedaban libres de quintas y de impuestos municipales, pero podían ser llamados al servicio de la Armada hasta cumplir 60 años. A pesar de las exenciones previstas, fue impopular por su carácter forzoso, habiendo fraudes y deserciones. La extensión del litoral de Galicia y el elevado número de personas relacionadas con los trabajos del mar hizo que en la segunda mitad del siglo  XVIII la región registrara la cuarta parte de la matrícula humana de las flotas españolas.

El arsenal de Ferrol. En 1714  Felipe V de Borbón creó la Real Armada unificando las numerosas armadas de la época de los  Austrias y sus mandos y en 1726 estableció la división de las costas españolas en tres departamentos marítimos (Ferrol, Cádiz y Cartagena). En cada una de esas ciudades se estableció un arsenal, siguiendo el modelo francés de instalaciones combinadas de astilleros y almacenes de armas. Gracias a Ferrol, Galicia, con una economía fundamentalmente agraria, contó con su primer núcleo industrial. Ferrol creció con nuevos barrios como el de la Magdalena, ocupado principalmente por los oficiales de la Armada; en su diseño se siguieron trazados urbanísticos a base de cuadrículas (plano hipodámico), muy del gusto de los arquitectos ilustrados.

La apertura del comercio colonial. La eliminación del monopolio del comercio colonial ejercido por Sevilla- Cádiz favoreció a Galicia, especialmente a Coruña. En 1764, el gobierno de Carlos III estableció en esa ciudad el Servicio de Correos Marítimos, una compañía estatal de buques encargada de llevar la correspondencia al puerto de la Habana y (desde 1767) a Buenos Aires, y que también podía transportar personas y mercancías, excepto en los períodos bélicos en los que se transformaban en navíos de guerra. En 1765 el puerto de A Coruña fue autorizado para  comerciar directamente con América. Ambas concesiones contribuyeron a favorecer el crecimiento comercial y la renovación urbanística y portuaria de la ciudad (destacando la restauración de la Torre de Hércules en 1791). Posteriormente, la apertura se amplió a naves privadas y a los puertos de Vigo y Ferrol, consolidando el comercio naval a larga distancia en Galicia.



17.- Las ideas fundamentales del pensamiento
ilustrado



La Ilustración fue el movimiento intelectual más característico de la Europa del siglo  XVIII. Partiendo de la crítica al pensamiento tradicional y la sociedad de su tiempo, la Ilustración defendió el conocimiento basado en la razón y de este modo promovió tanto el desarrollo económico como las reformas sociales y políticas que llevarían al progreso y el bienestar.
Los pensadores ilustrados insistían en que la búsqueda de la felicidad debe ser la base de un nuevo ideal humano. Así pues, se debía lograr una organización social racional donde se respetara la libertad individual y la igualdad de derechos y obligaciones de cada persona. Por todo esto cuestionaban los fundamentos de la sociedad  estamental, basada en la desigualdad y en los privilegios.

Tanto en España como en Galicia, las nuevas ideas de la Ilustración tuvieron un desarrollo tardío. En su concreción se pueden distinguir dos etapas. La primera, durante los reinados de  Felipe V (1700-46) y de Fernando VI (1746-59), denominada de  protoilustración, estuvo encabezada por los llamados  proyectistas (por elaborar proyectos para el gobierno) y los revolucionarios o  novatores (por querer innovar en el pensamiento y en la ciencia) entre los que destacaron Feixoo y Mayáns. 

La segunda, plenamente ilustrada y de apogeo, se desarrolló durante el reinado de Carlos III (1759-88) y en ella que destacaron los ilustrados  Campomanes,  Floridablanca,  Olavide, Aranda…; en Galicia destaca Xosé Cornide. Estas ideas ilustradas fueron aceptadas y promovidas por una minoría culta con gran influencia política. En líneas generales, su pensamiento y sus propuestas se caracterizaron por la moderación reformista, sin cuestionar el orden socio-político establecido; solo unos pocos fueron evolucionando hacia posiciones más radicales y preliberales.

En síntesis su pensamiento se caracterizó por:
-La crítica a la realidad vigente, a la ignorancia y a la falta de cultura, al retraso técnico y económico, a los prejuicios sociales y a los abusos de los poderosos.
-El fomento de la educación y de la renovación científica (las ciencias útiles) para superar el retraso existente y modernizar España. Estos ideales se concretarían en la fundación de escuelas técnicas (como la Escuela de Náutica y la de Comercio en A Coruña) y en la creación de las Academias (de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes…).
-El predominio de las preocupaciones económicas, intentando fomentar y mejorar todos los sectores productivos (en especial el artesanal y comercial) con el objetivo de incrementar la riqueza del reino y el bienestar y la felicidad de la población. Con este propósito crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País. También la prensa (cómo El Censor y El Pensador) contribuyó a la divulgación de estas ideas y proyectos.
-El recurso al poder del rey para alcanzar las reformas pretendidas y alejar tanto los obstáculos existentes como la oposición de los sectores  tradicionalistas, mayoritarios en la Iglesia y en la sociedad. Por eso defendieron una nueva concepción del poder conocida como despotismo ilustrado: los monarcas debían ejercer un poder absoluto, pero este debía emplearse, impulsando y encabezando las reformas el propio rey, en lograr aumentar la riqueza y el bienestar (resumido en el lema: todo para el pueblo pero sin el pueblo). Este apoyo al poder real hizo que muchos ilustrados formaran parte de los gobiernos, en especial durante el reinado de Carlos III. El movimiento fue cuestionado por el temor derivado de la Revolución Francesa (1789) pero de las ideas de la Ilustración nacerá el foco de pensamiento liberal que será protagonista a partir de 1808.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Preguntas teóricas Bloque 2

5.- Los musulmanes en la Península Ibérica (etapas políticas y realidad socioeconómica).




AL-ÁNDALUS es el nombre que los musulmanes dieron a los territorios conquistados en la Península Ibérica. En el año 711, un ejército de árabes y bereberes (musulmanes del norte de África) entró en la península. Dirigidos por Tariq, derrotaron al ejército visigodo dirigido por Don Rodrigo en la batalla de Guadalete (provincia de Cádiz). En los años siguientes, los musulmanes ocuparon toda la península excepto las regiones montañosas del norte, en gran medida por la ayuda de los nobles que llegaron a acuerdos con ellos y el desinterés de la población en defender el anterior régimen. Como consecuencia, el reino visigodo desapareció. Los musulmanes permanecerían en la península hasta 1492. Durante esos ocho siglos, Al-Ándalus pasó por varias etapas:


EMIRATO DEPENDIENTE DE DAMASCO (711-756)
Es un periodo en el que Al-Ándalus es un territorio dependiente del califato omeya, que tenía su capital en Damasco. Partiendo del sur, los musulmanes ocuparon toda la península, excepto algunos territorios del norte. Llegaron a cruzar los Pirineos, pero fueron derrotados en la batalla de Poitiers. Esto evitó que se extendieran por el resto de Europa.
EMIRATO INDEPENDIENTE (756-929)
En el año 750, la familia Abasí llegó al poder del imperio musulmán, después de asesinar a toda la familia Omeya, salvo a Abderramán, que logró escapar y se instaló en Al-Ándalus, dónde se proclamó emir independiente, pero siguió reconociendo la autoridad religiosa del califa instalado en Bagdad.
 CALIFATO DE CÓRDOBA (929-1031)
En el 929, Abderramán III se proclamó califa independiente, lo que significa que al poder político añadió el religioso. Dejó de obedecer, por tanto, al califa de Bagdad. Esta fue la época de mayor esplendor de Al-Ándalus en varios aspectos, pero las tensiones internas entre sus diversos grupos étnicos y religiosos alcanzaban mayor gravedad.
LOS REINOS DE TAIFAS (1031-mediados siglo XIII)
A comienzos del siglo XI, Al-Ándalus entró en crisis y el territorio se dividió en múltiples reinos, llamados “de taifas” porque este era el nombre de sus príncipes. Su debilidad fue aprovechada por los reinos cristianos para arrebatarles territorios o someterlos al pago de tributos (parias) En esta situación, pidieron ayuda a los almorávides, un pueblo del norte de África. Estos vinieron a la península y lograron reunificar el poder musulmán. En 1145, la península fue invadida por otro pueblo del norte de África, los almohades. El poder almohade se mantuvo hasta 1212, en que los reinos cristianos los derrotaron en la batalla de las Navas de Tolosa. A partir de ese momento, los territorios musulmanes en la Península ibérica se redujeron de manera notable.
REINO NAZARÍ DE GRANADA (1238-1492)
A partir de 1238, el escaso territorio que  restaba de Al-Ándalus no conquistado por los reinos cristianos quedó en su mayoría en manos de la dinastía nazarí, con capital en Granada, que sobrevivió mediante un delicado equilibrio entre el pacto, el sometimiento y la lucha militar con el reino de Castilla. Finalmente, en 1492 fue conquistado por éste, poniendo fin a la presencia musulmana en la península.
La economía de Al-Ándalus puede considerarse urbana y mercantil para la época. Las ciudades eran clave para la sociedad andalusí. Albergaban escasos lugares públicos, eran lugares residenciales. Los edificios principales eran las mezquitas y los zocos. Su plano era irregular por la ausencia de planificación, como se puede ver en el casco histórico de Toledo y otras ciudades actuales. Existían ciudades muy populosas (Córdoba y Sevilla llegaron a tener más de 50.000 habitantes)


Las principales actividades económicas eran:

- Agricultura: grandes propiedades/pequeñas en los regadíos. Tríada mediterránea y otros cultivos en los regadíos.
- Producción artesanal: textil de seda, lino, cuero, alfarería, vidrio...
- Comercio: Rutas internacionales con el Norte de la Península, el Magreb y Mediterráneo. El comercio interior se desarrollaba en los zocos, mercados urbanos. 



La sociedad era diversa, con gran variedad étnica y religiosa. Los principales grupos sociales eran una aristocracia árabe, la élite social, con grandes propiedades y cargos importantes. Los bereberes ocupaban cargos medios en ejército y administración, o eran artesanos, agricultores y comerciantes. Los hispanovisigodos se dividían en una minoría de nobles y altos cargos eclesiásticos y una mayoría de campesinos y artesanos. Existían también grupos religiosos además de los musulmanes: mozárabes (cristianos en territorio musulmán, durante mucho tiempo la mayoría de la población), muladíes (cristianos convertidos al Islam) y judíos. Finalmente, estaban los esclavos como escalón más bajo de la sociedad, que en ocasiones se convertían al Islam para liberarse (eslavones)







6.- Reconquista y repoblación (etapas de la Reconquista, modelos de repoblación)





Las zonas cantábrica y pirenaica quedaron fuera de la autoridad de Al-Ándalus. En estas zonas surgieron entre los siglos VIII y IX los primeros reinos cristianos peninsulares, que coexistieron 800 años con Al-Ándalus: tuvieron relaciones comerciales e intelectuales, pero también lucharon por el territorio. Los principales fueron, en el Oeste, el reino de Asturias, que pasó a ser el reino de León al mover allí su capital y el reino de Castilla, independizado de este último; y, en el este, los reinos que eran parte de la Marca Hispánica y lograron su independencia: el reino de Navarra, el reino de Aragón y los condados catalanes.




Los reinos cristianos llamaron Reconquista al avance hacia el sur de la península, ya que se consideraban los herederos del antiguo reino visigodo, basándose en su identidad religiosa como católicos. Fue un proceso muy irregular en cuanto al ritmo, muy lento hasta mediados del siglo XI y muy acelerado a partir de la descomposición del Califato en los reinos de taifas. 

Las principales etapas de la Reconquista fueron:
  • S.IX y X: los reinos cristianos avanzaron hasta el valle el Duero. No fue un avance militar, sino que se basó en la colonización de tierras por parte de los campesinos.
  • A partir del 1031, los reinos cristianos aprovecharon la debilidad de las taifas para continuar su avance hacia el sur. Para evitar sus ataques, los taifas pagaban parias (tributos) a los reyes cristianos. Durante los siglos XI y XII, Portugal y Castilla llegaron más allá del Tajo; Aragón conquistó Zaragoza y Teruel, y Cataluña se expandió hasta Tortosa.
  • En el S.XIII, los cristianos hicieron frente a los almohades y derrotaron a los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), iniciando su avance definitivo por el territorio de Al-Ándalus. En pocos años sólo quedará por conquistar el reino de Granada, que sobrevivirá más de doscientos años oscilando entre el pacto, la sumisión y la resistencia a Castilla hasta su conquista final en 1492.
La Reconquista exigía que los territorios conquistados fueran repoblados por cristianos, Esta repoblación se llevó a cabo de diversas formas, dependiendo de las circunstancias políticas, militares y económicas de cada momento.
  • Hasta el río Duero las tierras estaban prácticamente despobladas. Fueron ocupadas en pequeñas parcelas por campesinos, a los que se reconocía su propiedad de manera previa o tras la ocupación, reconociendo el hecho consumado, procedimiento conocido como la presura.
  • A partir del S.XI se repoblaron amplios territorios con poca población (zona sur del Duero, de Toledo, Zaragoza, Teruel y sur de Cataluña). Los reyes del S.XI concedieron fueros o cartas pueblas, privilegios a los habitantes de ciertos núcleos de población para fomentar su ocupación.
  • A partir del S.XIII se incorporaron amplios territorios de los valles del Guadiana y Guadalquivir, Valencia, Murcia y Baleares. Allí, el sistema era el repartimiento: los reyes entregaban grandes lotes (de casas y tierras) entre la nobleza y órdenes militares como pago por su apoyo militar. Esto generó grandes latifundios en el sur de la Península.
  • Por último, estaban las capitulaciones: acuerdos entre los reyes cristianos y la población musulmana y judía que habitaba la zona conquistada.

7.- El régimen feudal y la sociedad estamental


El régimen feudal fue un sistema socioeconómico y político vigente en la Edad Media basado en las relaciones de vasallaje. El rey era señor supremo de un territorio, a quien todos le debían obediencia y fidelidad, pero a cambio tenía que otorgar a sus vasallos un beneficio o feudo (tierras y/o derechos jurisdiccionales). A su vez, los grandes nobles empleaban este tipo de relaciones con otros de inferior categoría, formándose así una pirámide de dependencia (pirámide feudal). De acuerdo con estas obligaciones feudales, cada noble importante tenía un ejército particular de vasallos a su servicio y el ejército del rey estaba formado por la unión de los anteriores. El monarca era el dueño del reino (monarquía patrimonial) y ejercía la soberanía (de origen divino) y la autoridad suprema, pero compartía con los señores el ejercicio del poder y de la justicia que estos administraban en sus tierras y señoríos.

A lo largo de la Edad Media la nobleza fue reforzando su poder a costa del poder de la monarquía. Muestra de esto fue que, a partir del siglo XIII, los reyes de Navarra y Aragón debieron jurar respeto a los privilegios nobiliarios (fueros). Especialmente significativo fue el caso aragonés donde el arraigo de las estructuras feudales llevaron al pactismo, que limitaba el poder real, sometiéndolo a las Cortes. Con todo, el feudalismo peninsular contó con ciertas particularidades, pues en Castilla el monarca fue quien de retener su autoridad.

La sociedad cristiana medieval fue una sociedad estamental en la que los individuos estaban ordenados en grupos, estados o estamentos, de acuerdo con la función que desarrollaban: luchar, rezar, trabajar. En esta sociedad predominaban los lazos de dependencia personal frente a los vínculos de carácter público y sus miembros eran legalmente desiguales: unos grupos poseían privilegios y ventajas jurídicas, y otros no.

Los grupos privilegiados estaban formados por los nobles y el clero; poseían honores y títulos, no pagaban tributos, tenían leyes y tribunales especiales y ejercían el poder y la justicia sobre los demás. Eran los señores y fundamentaban su posición de dominio y privilegio en la dedicación al ejercicio de las armas o a la oración (consideradas como actividades superiores). Entre ellos existían grandes diferencias (honoríficas y económicas), tanto entre el alta nobleza (duques, condes) y la baja (hidalgos) cómo entre el alto clero (abades, obispos) y el bajo (curas y monjes).

El grupo de los no privilegiados estaba compuesto por el resto de la población: campesinos, artesanos, comerciantes, burgueses... Su situación varió con el paso del tiempo: antes del siglo X estuvo compuesto fundamentalmente por los labradores, diferenciándose entre los campesinos libres, propietarios de pequeñas parcelas, y los colonos o siervos, que estaban adscritos a la tierra que trabajaban (no la podían abandonar sin permiso) y debían realizar diversas prestaciones y servicios a sus señores. Después del siglo X, con el renacimiento urbano y de las actividades comerciales surgieron nuevos grupos en las ciudades y villas: menestrales, artesanos y comerciantes; todos ellos formaron el grupo de los burgueses (habitantes de los burgos). Entre los grupos marginales y minoritarios estaban los judíos, dedicados a las actividades artesanales y mercantiles, y los mudéjares (musulmanes residentes en territorio cristiano)


8.- Las crisis bajomedievales (crisis demográficas, problemas sociales, el caso gallego: las revueltas irmandiñas del siglo XV)

Después de la expansión económica de los siglos XII y XIII, en los siglos XIV y XV son de crisis generalizada. En 1348 la llegada de la Peste Negra inauguró una etapa de mortalidades catastróficas, crisis agrícolas y enfrentamientos sociales. Previamente, durante la primera mitad del XIV se sucedieron malas cosechas debido a cambios en el clima (la pequeña Edad de Hielo), lo que significó escasez de alimentos y desnutrición. La Peste Negra afectó especialmente a Cataluña y provocó la pérdida de un cuarto de la población castellana, debido en parte a la precaria situación de los campesinos por la mala alimentación.

La disminución de la población acrecentó la crisis económica y redujo los ingresos de los señores, lo que les llevó a incrementar los tributos a los supervivientes (los llamados malos usos). Estos abusos provocaron revueltas y conflictos, como la revuelta foránea de Mallorca (protesta de los campesinos y artesanos contra la oligarquía de la ciudad de Palma), la Busca y la Biga en Barcelona (conflicto entre el sindicato de la Busca (artesanos y pequeños comerciantes) contra la Biga (gobierno de la ciudad)) y el conflicto remensa en Cataluña (conflicto antiseñorial protagonizado por los campesinos catalanes). Asimismo, se produce la ruptura de la tolerancia religiosa con los judíos, a quienes se responsabiliza de la peste y se producen numerosos pogromos. 

Para compensar la pérdida de ingresos, los nobles gallegos actuaron con violencia usurpando bienes y exigiendo nuevas tasas y tributos a la población, además de realizar numerosas expediciones de saqueo, refugiándose luego en sus fortalezas. Los campesinos y los habitantes de las ciudades se levantaron contra estos abusos y la violencia de los señores formando hermandades y protagonizando las revueltas o guerras irmandiñas: 

En primer lugar, la Irmandade Fusquenlla (1431) fue dirigida por Roi Xordo en las comarcas de Pontedeume y Betanzos que padecían los malos usos del Conde de Andrade,  que acabaría por controlar la situación.

Posteriormente, la Gran Guerra Irmandiña (1467-1469) enfrentó a una hermandad de 80.000 gallegos (campesinos, habitantes de las ciudades, curas, hidalgos) contra la nobleza y el arzobispo de Santiago. Derribaron más de 130 fortalezas y expulsaron a los nobles, pero estos contraatacaron dirigidos por Pedro Álvarez de Soutomaior. Los irmandiños fueron derrotados y padecieron una dura represión.

Por último, otra manifestación de las crisis bajomedievales fue que durante los siglos XIV y XV hubo conflictos entre la monarquía, que buscaba imponer su autoridad, y los estamentos privilegiados, que se negaban a renunciar a su poder, como muestran las guerras civiles en Castilla, Navarra y Cataluña.

viernes, 5 de octubre de 2018

Definiciones Bloques 1 y 2

Bloque 1


Aula Regia: también llamada consejo del rey. era una asamblea consultiva existente en la monarquía visigoda, formada por elementos destacados de nobleza y clero, que asesoraban al rey sobre política, asuntos legales o militares.

Bárbaros: nombre dado por griegos y romanos a los pueblos del centro y norte de Europa que invadieron el Imperio romano en los siglos III-V; los principales fueron los visigodos, los suevos, los vándalos, los alanos, los francos y los anglosajones.

Castro: poblado fortificado celta, por lo general prerromano, aunque existen ejemplos posteriores. Carente de calles que formen ángulos rectos y llenos de construcciones de planta casi siempre circular. Se encuentran con frecuencia en la península ibérica, en particular en el noroeste.

Conventus: división territorial de las provincias de la Península Ibérica durante la dominación romana, de carácter judicial entre otras funciones y formadas por varias civitas. En tiempos de Augusto existían en Hispania 14 conventos: cuatro en la región Bética, siete en la Tarraconense y tres en Lusitania.

Megalitismo: Fenómeno cultural localizado principalmente en Europa suroccidental desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce,está caracterizado por la realización de construcciones, habitualmente con finalidad funeraria, hechas con grandes bloques de piedra

Guerras cántabras: enfrentamientos que tuvieron lugar del año 29 a. C. al 19 a. C. entre el Estado romano y los distintos pueblos astures y cántabros en el norte peninsular y que supusieron la culminación de la conquista de Hispania.

Economía depredadora: sistema económico basado en consumir los recursos de la naturaleza sin generar producción, basada en la caza de animales, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Único sistema económico hasta el Neolítico.



Bloque 2


Carta Puebla: documento por el cual los reyes cristianos, señores laicos y eclesiásticos de la Península Ibérica otorgaban una serie de privilegios a grupos poblacionales, con el fin de obtener la repoblación de ciertas zonas de interés económico o estratégico durante la Reconquista.

Manso: parcelas de explotación familiar en la Edad Media, eran partes del feudo que el señor concedía a los campesinos a cambio del pago de unas rentas. Estas rentas podían ser dinero, productos y, sobre todo, servicios personales, como trabajar determinado tiempo las tierras del señor gratuitamente.

Marca Hispánica: territorio que formaba una zona colchón en la frontera político-militar del Imperio carolingio con al-Ándalus (al sur de los Pirineos), desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados. Se extendía desde el reino de Pamplona al condado de Barcelona, y también deben destacarse el Reino de Aragón y el condado de Urgell.

Mesta: llamado Honrado Concejo de la Mesta, asociación nacional de pastores de León y de Castilla, creado en 1273 por Alfonso X el Sabio, que otorgaba importantes prerrogativas y privilegios tales como exenciones del servicio militar y de testificar en los juicios, derechos de paso y pastoreo (cañadas), etc. Desapareció en el siglo XIX.

Mozárabe: población cristiana, de origen hispano visigodo, que vivía en el territorio de al-Ándalus. Su cultura, y religión eran toleradas, aunque pagaban impuestos de los que los musulmanes se veían eximidos, además de contar con otro tipo de restricciones. Eran un 95% de la población de al-Ándalus tras su conquista, descendiendo su número hasta el 50% en el siglo XI por las conversiones al Islam y la emigración.

Presura: tipo de repoblación efectuada principalmente en áreas escasamente pobladas de Galicia, norte del valle de Duero y sur de los Pirineos entre finales del s. VIII y principios del XI. Dio como resultado la existencia de comunidades  de campesinos libres y propietarios de pequeñas parcelas. También conocida como aprisio.

Taifas: pequeños reinos en los que que se dividió Al-Andalus tras la caída del Califato de Córdoba (principios del s.XI). Desde esta etapa hasta principios de siglo XIII se distinguen tres períodos divididos por momentos de unificación (Almorávides y Almohades), tras los que Al-Andalus queda reducida al reino nazarí de Granada.











Preguntas teóricas Bloque 1





 1. El Neolítico: características y cambios con respecto a la época Paleolítica (cambios económicos, sociales y culturales).
    Como en el resto de Europa, el Neolítico llega a la Península Ibérica procedente de Oriente Próximo, donde la aparición del del clima actual, hace unos 12.000 años, supuso la desertificación de amplias zonas y la concentración de la población en valles fluviales, donde hubo de buscarse la forma de aumentar la producción de alimentos mediante la agricultura y la ganadería. Estas tareas, a la vez que sedentarizaban a la población en núcleos agrícolas estables, introdujeron una creciente división del trabajo y la aparición de diferencias sociales.

    Asimismo, la tecnología cambió: no sólo se adoptó una nueva técnica de trabajo de la piedra, consistente en pulirla tras tallarla, sino que se diversificó la industria lítica en toda una serie de herramientas agrícolas (azadas, hoces, molinos de mano,…), adquirieron gran auge los objetos de madera, asta y hueso, así como el tejido, y, sobre todo, se desarrollaron nuevas tecnologías relacionadas con el tratamiento de los alimentos ( con su conservación y su cocción), como son la cestería y, especialmente, la cerámica.

    También el mundo de las creencias evolucionó: sin abandonar el culto a los muertos y los ritos mágicos, hizo su aparición la religión en su estadio más primitivo, el animismo, sobre todo en cultos a espíritus relacionados con la fertilidad de los campos, del ganado,… Igualmente el arte experimentó cambios, tal y como atestiguan las pinturas rupestres del levante peninsular: aunque se siguen usando pigmentos minerales aglutinados con grasa y aplicados en paredes de cuevas y abrigos rocosos (como la Valltorta, en Castellón, o Cogull, en Lleida), existen varias diferencias con respecto al arte rupestre de la cornisa cantábrica (Altamira): la composición cambia las figuras aisladas por escenas dinámicas (sin fondo) con temas de la vida cotidiana, rituales, luchas o cacerías, y en las que abunda la figura humana, representada de forma poco realista, sin volumen (tintas planas y monocromas), estilizada e incluso esquematizada; muestra de la creciente abstracción es la usual aparición de signos e ideogramas de significado desconocido.


    El Neolítico penetra en la Península por el Mediterráneo en oleadas que se mezclan con rasgos autóctonos en su evolución: de una primera fase, destacan la cultura de la cerámica cardial, así llamada por la decoración impresa con conchas de berberecho (Cardium edule), que abundan por toda la franja mediterránea peninsular, y en la que prevalece la ganadería, mientras de las siguientes fases del Neolítico ibérico, que alcanza el interior y el norte peninsular, destaca la cultura de los sepulcros de fosa en Cataluña, de predominio agrícola y caracterizada por los enterramientos individuales con ajuar, mostrando la estratificación social. Al final del Neolítico, surge el megalitismo y la cultura del vaso campaniforme.







2.- Los pueblos prerromanos de la Península Ibérica (pueblos del sur y del levante, meseteños e del occidente peninsular)


Durante el primer milenio se conformaron en la Península varias culturas distintas pero relativamente interrelacionadas entre sí. Por ejemplo, la cultura tartésica, que alcanzó su máximo apogeo entre los siglos VIII y VI a.C., situada en el sur de la Península y centrada en la minería y el comercio, pero que desapareció antes de la llegada del Imperio Romano. Las principales culturas existentes en ese momento fueron la cultura celta y la cultura íbera. El contacto entre ambos pueblos fue intenso, y en la zona de confluencia entre celtas e iberos surgió una cultura con características de unos y otros a la que se denomina celtíbera.

Los Iberos

Los iberos se asentaron en el sur de la Península y en la costa mediterránea. Eran un conjunto de pueblos con muchas características comunes, pero que nunca establecieron ninguna forma de unidad política entre ellos. Su economía estaba basada fundamentalmente en agricultura y ganadería (aunque también desarrollaron relaciones comerciales con griegos, fenicios y cartagineses). Su organización política estaba bastante desarrollada debido a la influencia del modelo de ciudad-Estado, traído por fenicios y griegos. Cada Estado podía comprender varias ciudades con sus territorios circundantes. El modelo político más frecuente era la monarquía.

El desarrollo cultural ibero fue destacable. Los principales elementos culturales son:
- escritura, expresión de una lengua común, pero que se escribía con diversos alfabetos.
- religión, con influencia griegas y púnicas que mezclaron con sus creencias ancestrales.
- arte: funcionalidad religiosa y funeraria (Dama de Elche, Dama de Baza)

Los Celtas

Los celtas fueron un pueblo indoeuropeo que llegó a la Península a comienzos del primer milenio, procedentes del centro de Europa, y ocuparon la Meseta Norte: Galicia, Norte de Portugal, Asturias...
Aportaron numerosos avances técnicos, como el uso de la metalurgia del hierro. Su actividad principal fue la ganadería
Para el estudio de los celtas contamos con muy pocas fuentes. Las referencias a ellos proceden de fuentes romanas, que los presentaban como pueblos primitivos y belicosos.
Es generalmente aceptado que su sociedad se organizaba en tribus, hablaban lenguas indoeuropeas y no conocían la escritura.

Los celtiberos

En la zona de confluencia entre celtas e iberos (Sistema Ibérico, este de la Meseta y Sistema Central) surgió una cultura con características peculiares. Mezclaban elementos de ambos, aunque predominó el factor celta. Fueron extraordinarios guerreros, dotados, además, de una excelente tecnología armamentística.

Cultura de los castros

Mención especial merecen los pueblos asentados en el noroeste peninsular, cuyo elemento cultural más significativo son los castros, poblados fortificados carentes de calles que formen ángulos rectos y llenos de construcciones de planta casi siempre circular. La cultura de los castros se extiende desde los siglos VIII a.C. hasta la conquista romana. No conocemos demasiados detalles de su economía o sociedad, más allá de los restos de joyas encontrados en las excavaciones que indicarían cierta estratificación social.




3.- Conquista y romanización (etapas de la conquista, elementos de romanización: organización político-administrativa del territorio, lengua y cultura, obras públicas).

La conquista romana

La conquista romana fue el proceso histórico de dominio y control militar del territorio de la península ibérica por parte de Roma. Dicho proceso fue bastante dilatado en el tiempo (unos 200 años), y terminó con la total integración y asimilación del territorio hispánico en el imperio romano.

- Enfrentamiento entre romanos y cartagineses (218-197 a.C.)

El interés de Roma por la península ibérica surgió durante el siglo III aC. en el contexto de la segunda guerra Púnica contra Cartago. En esta etapa las tropas romanas derrotaron a los cartagineses y conquistaron toda la costa mediterránea peninsular, el valle del Guadalquivir y parte del valle del Ebro.

- La conquista del interior de la Península (197-29 a.C.)

Más tarde, el interés de Roma se centró en la conquista del interior de la Península. Se encontraron con una fuerte oposición de los pueblos peninsulares, especialmente de celtiberos (principios siglo II a.C.) y de lusitanos (mediados siglo II a.C.). Ejemplo de esa dificultad fue la resistencia de ciudades como Numancia. El resultado de estas guerras fue que casi toda la Península quedó bajo dominio romano.

- Sometimiento de los pueblos de la cornisa cantábrica (29-19 a.C.)

El sometimiento de este territorio (del que hasta el descubrimiento de oro en las montañas de León los romanos no se habían ocupado, por su escaso interés económico) se inició con las guerras cántabras, que acabaron con el control más o menos efectivo de cántabros, astures y galaicos por el emperador Augusto.
De esta forma, toda la península ibérica pasó a formar parte del Imperio romano.

La romanización de la sociedad hispanorromana

Se conoce por romanización al proceso de integración de los pueblos prerromanos en los modelos económicos, sociales, político-administrativos, culturales y religiosos de Roma.
Este proceso se realizó por medio de instrumentos tan diversos como el ejército, las ciudades, la economía, las comunicaciones, las relaciones sociales y clientelares, la cultura, etc.

La romanización fue un proceso impuesto por los conquistadores, pero también contó con el apoyo de las élites locales, interesadas en integrarse en el Imperio romano para no perder sus privilegios.

Para administrar el territorio peninsular, los romanos usaron su tradicional criterio de delimitación provincial. Hispania se dividió en provincias, que fueron variando en número y extensión a lo largo del tiempo y dependiendo de los intereses cambiantes de las autoridades de Roma. Estas provincias se dividían a su vez en conventus y civitas.



La lengua, el arte, el derecho y la religión fueron las principales manifestaciones de la integración hispana en la cultura romana. Estos cuatro aspectos han dejado una notable herencia cultural que perdura hasta la actualidad.
El latín se difundió como lengua de prestigio. Su difusión, no solo oral, sino también escrita, se impuso sobre las lenguas autóctonas que, no obstante, no desaparecieron totalmente.
Las manifestaciones artísticas son abundantes, pero las más relevantes las hallamos en la arquitectura y en el mosaico. En arquitectura destacan las obras de infraestructura urbana (acueductos como el de Segovia, o teatros como los de Mérida), de transporte (puentes como el de Alcántara), los templos o mausoleos y los arcos conmemorativos.
Los romanos crearon una excelente red viaria basada en las calzadas. Esta red permitía organizar el territorio, asegurar su control militar y administrativo y unir las distintas ciudades. También sirvió para el desarrollo del comercio.
El derecho romano se extendió por toda la Península. Su empleo regulaba las relaciones privadas y el funcionamiento de las instituciones políticas.
La dominación romana impuso también las creencias religiosas propias del Imperio romano. Se respetaron las creencias locales, pero era obligado el culto al emperador y otros dioses. Más tarde, a partir del siglo III, se difundió también el cristianismo en Hispania. El Edicto de Milán decretó la libertad religiosa y reconoció legalmente el cristianismo, que pasó a convertirse en la Iglesia oficial del Imperio con el emperador Teodosio I en el año 380.






 4. La monarquía visigoda (organización política).

Desde el siglo IV la presión de los pueblos bárbaros (extranjeros o extraños a la cultura grecolatina) establecidos junto a las fronteras del norte del Imperio resultó insoportable y las autoridades romanas hubieron de permitir el asentamiento dentro de los limes del Imperio a algunos de ellos (francos, alamanes, godos…), empleándolos como mercenarios para tratar de mantener el orden. Pero en el siglo V el empuje de otros pueblos acelera las invasiones bárbaras y, con ellas, bandas de suevos, alanos y vándalos alcanzan Hispania en 409, saqueando y devastando el territorio; para luchar contra ellos, los emperadores romanos recurren en 416 a formar una alianza con los visigodos, pueblo bárbaro relativamente romanizado, que se instalan como federados de Roma en el sur de la Galia y que, tras arrinconar a los suevos en el oeste peninsular y empujar a los alanos y a los vándalos hacia África, consolidan su influencia a ambos lados de los Pirineos, creando un reino con capital en Toulouse, que sobrevive al fin del Imperio romano de Occidente (476), del que los visigodos se consideran herederos.

Para la organización política del reino, los visigodos se sirven de buena parte de la estructura administrativa e institucional preexistente:

  • Al frente de la administración central figura el Rey, con poderes, legislativos, ejecutivos y judiciales y los atributos y ceremonial de los emperadores romanos, pero elegido entre la nobleza goda, lo que constituye un foco de enfrentamientos y revueltas, pues, pese a que algunos monarcas consigan controlar a la nobleza e imponer su autoridad para convertir en reyes a sus hijos, el sistema de transmisión hereditaria del poder real no se llega a fijar. Junto al rey está el Officium palatinum, conjunto de cargos en palacio que desempeñan nobles próximos al rey. Algunos de ellos participan también en el Aula regia (o palatina), consejo asesor del monarca en asuntos políticos, militares y de justicia, constituido por nobles de confianza. Además, desde la unificación, ganan peso los Concilios de Toledo, peculiares asambleas de obispos y nobles, convocadas por el rey, que deciden en asuntos religiosos y políticos que afectan a la marcha del Estado y a la conducta del monarca.
  • En la administración territorial las provincias se mantienen con un dux al frente, perteneciente a la nobleza goda, mientras los municipios son sustituidos por los territoria, de carácter más rural, dirigidos también por un noble godo, el comes civitatis.
La Iglesia, que había permanecido como voz y representante de la mayoría hispanorromana, tras la unificación socio-religiosa gana influencia y poder en la sociedad y el Estado visigodos, tras la conversión del rey godo Recaredo al catolicismo desde el arrianismo: no sólo controla la cultura y la enseñanza de las letras, sino que también posee grandes extensiones de tierra y esclavos, a la vez que adquiere poder político (los frecuentes concilios se convierten en asambleas políticas, los obispos actúan como jueces y recaudadores y respaldan el acceso al trono de los monarcas, etc.), aunque al parecer bajo el control de la monarquía. Los eclesiásticos son los depositarios y transmisores de la cultura latina.

La debilidad del reino visigodo hizo que sus funciones fueran sustituidas por las relaciones personales. Por eso muchos pequeños propietarios buscaron la protección que les ofrecían los nobles, capaces de disponer de tropas propias. A cambio debían ceder sus propiedades o trabajar para ellos. Al mismo tiempo, la monarquía solía pagar con tierras los servicios prestados por la nobleza. Con todo ello la nobleza fue ganando poder. Se estaba gestando el modelo feudal.